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Gerardo vivió un día cargado a pleno con el lema: «No me importa nada». En la jornada anterior las circunstancias no le habían sido favorables. Además se levantó cansado y de malhumor. Por lo tanto, vivió ese día con total descuido:
No le importó cuidarse en las formas con su esposa e hijos. Lo que le salía, le salía. Mezcló indiferencia con sarcasmo y descalificaciones. No consideró la posibilidad siquiera de pedir perdón.
Desatendió su relación con Dios. Sabía que estaba llenando su vida de acciones dañinas para él y su entorno, pero no se preocupó demasiado. Lo que le salía, le salía. No buscó la dirección de Dios para ese día y se manejó en cada momento dándole la espalda a sus «convicciones» espirituales.
Tenía un trabajo importante para entregar. No le importó dejarlo sin terminar; así como tampoco se inmutó mientras se escuchaba a sí mismo al mentirle a su cliente sobre las razones de la demora en la entrega. Tampoco fue a visitar a otros clientes con los que había combinado una cita. Ni siquiera les avisó. Lo que le salía, le salía.

Al finalizar la jornada el «No me importa nada» se había adueñado de cada aspecto de su vida. Se fue a dormir sin tomar conciencia de lo que había descuidado. Menos conciente era de las consecuencias que se podrían producir ante tanta falta de dedicación. Igualmente no había nada por lo cual alarmarse; parecía estar todo exactamente igual.
Pero lo que hoy no nos importa, mañana puede llegar a importarnos. Y esto nos conduce a la séptima mentira de la serie que estamos compartiendo:
«Hoy voy a hacer lo que quiero. No me importa nada. Todo da lo mismo».
Gerardo, al cabo de unos días, se percató que «No me importa nada» se iba a transformar en «Me importa todo: recuperar a mi familia, a mis clientes y mi relación con Dios». Su esposa e hijos estaban heridos y distantes. Sus clientes comenzaban un proceso de mutación para convertirse en «ex clientes». Su vida espiritual se había enfriado tanto que le costaba reencontrarse con Dios.
Es natural que tendamos a desalinearnos y a descuidar algunas áreas personales. Pero el día de hoy es importante. Vivir con cuidado o con descuido puede no ofrecer consecuencias inmediatas, pero las consecuencias llegarán. Dejar de hacer en este día lo que nos hace bien puede llevarnos a escenarios tristes hoy impensados.
Por lo tanto, amigo, que este día te importe. Que hoy no te sea indiferente el cuidado de tu relación con Dios, de tu corazón, de tu familia, amigos, compañeros, etc. Aunque hoy no tengas ganas, aunque el día de ayer vino complicado, aunque parezca que no hay recompensas… cuida este día porque Dios lo hizo y Él no crea nada intrascendente. Entonces que este día trascendente creado por Dios te importe, ¡y te importe mucho!

La frase:
«Cuida este día porque Dios lo hizo, y Él no crea nada intrascendente»

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