Tomado de PsicoRecursos de Gustavo Bedrossian
¿Cómo te vinculas con un pensamiento, una idea o una opinión?
¿Te sirve como una guía orientativa o te aferras a esa opinión como una verdad que ni siquiera permite la posibilidad de reflexión?
En la vida necesitamos de convicciones. Pero hay temas de la vida en los que los problemas pueden tener más de una vía de resolución. O ciertos conceptos son funcionales para una situación, pero claramente disfuncionales para otra. Cuando la convicción se sigue sosteniendo aún en contra de todas las evidencias empezamos a transitar por los caminos de la rigidez.
Aún más difícil es soltar esa opinión cuando la hicimos pública. Podemos llegar a perder tiempo, podemos llegar a lastimar a los demás, y podemos reprimir toda iniciativa que nos parezca contraria a nuestra idea inicial. Pero no «soltamos» nuestra postura. Ceder nos representa una señal de debilidad. Como vemos el mundo en términos de ganadores y perdedores, abandonar nuestra opinión nos ubicaría en el bando de los «perdedores».
John Mason afirmó:
«Un obstinado no tiene opiniones;
las opiniones lo tienen a él».
Cuando las opiniones, nos «tienen» (nos dominan)… no hay opinión alternativa,
lo único importante es imponerla sobre las demás (opiniones y personas), perdemos la reflexión, y cerramos la puerta al aprendizaje.
Amigo, que tus opiniones no construyan muros con los demás. Por el contrario que sean para el bien propio y el bien común. Y si las expresas con amor y gracia, tendrás más posibilidades de que sean bien recepcionadas. Escucha también con ese espíritu las opiniones de quienes te rodean; quizá todavía tengas algo para aprender.
La frase de la semana: «Que tus opiniones no construyan muros con los demás»
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